Encore: Cuentos de Rock Mexicano

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Los momentos trascendentes de nuestras vidas están compuestos de un material de cuya destilación se obtienen dos elementos esenciales: la PALABRA y la MÚSICA. Por eso, cuando alguno de nosotros encuentra una canción que explica su vida, dejamos abierta la puerta para que en cualquier lugar del mundo otra persona se hermane a nuestra existencia y, como decía Lennon, TODOS SEAMOS UNO.

Hoy tenemos el privilegio de servir de aguja, enhebrando ficciones ajenas con el hilo conductor de la música hecha en un país único y extraordinario. Encore es una colección de cuentos inspirados en el Rock mexicano, que la amabilidad y buen hacer de la revista Resonancia Magazine nos permite descubriros en esta sintonía.

Acompañadnos por una selección de palabras y músicas que destilan la esencia de un pueblo, que retratan los anhelos de unas gentes, que explican la personalidad de una nación y que, por supuesto, hablan de ti y de mí. Si no, no serían canciones y no estarías escuchando ELVIS HA ABANDONADO EL EDIFICIO

Más que nunca queda en claro
que muchas voces se nos escapan.
No somos muchos los escuchadores.
Cada vez quedamos menos.
Queda mucho por escuchar y hacer.
No se le olvide…
«Hay otros mundos», de Juan Carlos Hidalgo

Hemos comenzado el programa con el tema “A.D.O.” (1989), de la veterana banda de Ciudad de México, El Tri. «Y tú, y tú eres el hijo del lechero. Y tú, si tú”, continuamos con el impactante fondo musical que nos proporciona el “Hijo Del Lechero” (1992), del grupo de la Guadalajara de Jalisco, La Cuca.

Es mil novecientos ochenta y tres (habló luego de cañona regresión por el túnel del tiempo), el rock mejinaco no conoce de representantes ni managers. Las disqueras transanacionales no se atreven a grabar discos de rock nativo. Televisa aún no descubre que esta pinche música es un buen negocio, pues porque todavía no lo es, ni existen rockotitlanes ni luccs ni hard rockes ni bulldogs pa que toques: tu única oportunidad de sobrevivir es interpretar cumbias o ir a los hoyos fonquis a rifarte el físico. ¡Ah!, pero ni sueñes con el éxito ni el glamour, no alucines con MTV ni con portadas en Tiempo libre, que al hoyo funk nomás te va a ver la banda, culero, que aquí no bajan los de la clase media porque son reputos pa los putazos. Aquí las grupis que te puedes ligar no son modelos argentinas con camisas blancas Guess y Calvin Klein Jeans, sino unas cuantas chimuelas con aliento a thíner que, en el muy remoto caso de que te las llegaras a enchipoclar, no te pegarían Sida, sino condilomas u hongos colorados y uretritis de esas que cuando haces chis te arde el chile (¡no chille!) como si deyectaras vidrios molidos.

Extracto de “Pícate el hoyo fonqui”, de Armando Vega-Gil

En 1983, Joselo Rangel era un adolescente enamorado de la música que acudía a sus primeros conciertos de rock. Años más tarde, Joselo sería protagonista de esos conciertos, como guitarrista de la banda Café Tacvba. En Rockstar, Joselo Rangel nos cuenta una historia ambientada en el Club Cuicacalli, situado en Ciudad Satélite, una zona residencial en México D.F. Allí escucharán a una de las bandas más populares de aquel rock ochentero, Axis, unos adolescentes admiradores de los Zeppelin, los Who y los Rush. Aquí tenéis su canción más emblemática, “Metamorfosis”.

El 20 de noviembre se conmemora en México, el Día de la Revolución. El escritor Alberto Chimal aprovecha el bullicio que la efeméride provoca en la Plaza del Zócalo para hacer desaparecer definitivamente a un hombre, abducido 20 años antes por seres de otro planeta. Su canción fetiche, “El Aparato” (1994), de Café Tacvba.

No te puedo decir lo que me hicieron -me decía-. Ni el secreto. Pero es como la canción -y ponía su CD del Re de Café Tacvba.
Tampoco le pregunté cómo eran, qué le habían hecho, qué le habían dicho. Si le habían dicho algo. Si lo habían torturado. Cómo era su vida antes de que le pasara lo que le pasó. Cómo se llamaban sus amigos. Si tenía novia. O novio. Qué deseaba o qué temía de la vida. La canción termina y vuelve a comenzar…

Animal en extinción es una narración de Édgar Omar Avilés para una canción de La Barranca titulada «Día negro» (1997).

Los muros retumban. Con sus poderosos omóplatos, Día Negro golpea la casa. En un par de golpes, la casa se derrumbará. Corres a la puerta trasera para escapar del techo que empieza a desplomarse. Nadie sabe lo que pasará una vez que cruces el umbral. Cuando cierras la puerta, cae, junto con el muro.
Observas la cola de Día Negro que se da media vuelta al percibir tu sudor. Entonces ves sus ojos de topo mientras te arrojas al combate. Eres el último de tu especie; morirás o domarás nuevamente el rencor, el instinto, la fiereza, los colmillos y las garras de cada una de tus canciones, aun de aquella que apenas fraguabas, de donde surgió la mujer bestial. Cuando venzas, si es que vences, aprovecharás para sumarles a todas algún arreglo.
Caerán en el campo de batalla aquellos que deban caer…
La noche anterior sucedió algo muy extraño y por eso estamos aquí.
Pues la noche previa al reventón nos quedamos en una palapa de la playa, tomando cerveza y escuchando música con los esquizos. En eso apareció un hombre caminando por la playa, era un lugareño en traje de baño de neopreno, tenía el cuerpo de nadador y estaba mojado, recién salido del mar. Se acercó y nos saludó sonriente. Era extraño verlo salir a esa hora, un enigma como el brillo verde de sus ojos, parecidos a unos pupilentes de color esmeralda. Nos pidió un encendedor y se quedó a platicar.
De su traje de baño sacó una ziploc con una madeja de hierba color verde azulada, se deshacía en hebras: “Es alga de luz o alga de la luna”, dijo. Según él, te convertía “en un ser acuático y luminoso, una transformación interior en luz líquida”. Yaaa, ¿cómo crees?, le decíamos con las neuronas salivando. ¿Y te pone los ojos así? “Sí, es la luz que brilla dentro de ti. Pero lo importante es que puedes respirar bajo el agua. Provienes de ella y a ella vuelves”, nos aseguró. Más cábulas que incrédulos, le pedimos un poco para fumar, pero se negó: “Es que inicia desde la primera vez, se enciende tu luz, el viaje no tiene regreso”.
“¿Para qué la sacas si no te vas a mochar?” El buzo no quería corrernos ni vendernos porque no era algo para fumarse a la ligera, tenías que hacerlo con un propósito, sobrio, en ayunas, en paz contigo y con el mundo, o sea, nunca. Pero ante nuestra insistencia, sacó alga de su bolsita y, advirtiendo que esperáramos hasta el día siguiente para fumarla, la envolvió en la página de una revista de viajes. Dejó el sobre improvisado en la mesa y a cambio pidió el encendedor, lo metió en la ziploc y en su traje. Vimos cómo volvía al mar y desaparecía en el agua…

Triple Equis, de Rogelio Garza. Un cuento para “Lancha Con Fondo De Cristal” (1998). Los Esquizitos.

Lo que ocurrió al entrar a la casa aflojó tu quijada de golpe, como si ésta hubiese sido pateada por un cabro con pezuñas de oro. El interior de la morada se encontraba decorado tal como si el calendario se hubiese detenido doscientos años atrás. Todo el mobiliario, suntuoso, barroco, lucía resplandeciente. La tapicería de guirnaldas y las inmensas cortinas festoneadas. Las superficies de madera fina y el mármol brillante. La seda y el terciopelo. Iluminado por velas, tomaste asiento en un lujoso salón mientras Alice te servía una copa de vino, un vino caliente y espeso que apenas irrigó tu torrente sanguíneo provocó que aquel zumbido en los oídos ganase volumen para transformarse en un ardor paralizante. Angustiado, notaste cómo en cuestión de segundos todos tus músculos se acalambraban. Cinco respiros bastaron. De un momento a otro te encontrabas totalmente tieso y doliente en tu silla de acojinado rosa y delicado espaldar de medallón. Inmovilizado y espantado estabas; aunque consciente. “No sabes cuánto me excita tu rígor mortis, guapo”, suspiró Alice mientras desaparecía de tu vista…

Te chupó la bruja. Te chupó todito. Alejandro González Castillo escribe Pretensiones de chuparme a usted. El tema, “La Bruja” (2001), de Los Nena.

La mona pica en la lengua y dos segundos después explota en el cerebro fragmentando pensamientos, interrumpiendo sinapsis, confundiendo estímulos y percepciones. “Sinapsis”. Me gusta esa palabra. La aprendí la semana pasada en la clase de psicología y hoy la tengo aquí flotando frente a mis ojos. SI-NAP-SIS. Y no lo digo en sentido figurado. Ahí están las tres sílabas metidas en burbujas como de jabón, rebotando de cabeza en cabeza hasta pincharse sobre los picos amarillos y anaranjados de los punks que se amontonan en el patio de esta casona en ruinas en espera de que aparezca la primera de las bandas anunciadas para esta noche. Nunca le había puesto a la mona pero aquí todos inhalan solventes como si fueran caramelos y la neta es que no está tan mal la porquería. Dos jalones y a volar. Alguna vez escuché a un morro de la calle decir que cuando moneaba veía duendecitos bailando a su alrededor y se ponía a cotorrear con ellos. Pero yo no veo otra cosa que las burbujas de sinapsis y esta bola de punks jediondos que se comparten amistosamente los gallos y las bolitas de estopa.

Corremos de Carlos A. Ramírez. Un relato inspirado en “Cobardes” (2008), de Los Monjos.

Hubo una vez que en mis andanzas llegué antes que nadie a la esquina donde hubo un accidente. Un auto atropelló a un señor que apenas comenzaba la vejez. Me acerqué en vista de que no había nadie más. Le decía que no se moviera y que la ambulancia no tardaría en llegar. El coche atropellador no se esperó; ni siquiera se detuvo, siguió su marcha como si nada hubiera pasado.
El señor tenía un rostro de fuertes rasgos marcados y la frente llena de arrugas. Me miraba sin decir nada. Yo sentía que su mirada me atravesaba como si fueran dos dagas afiladísimas. Lo único que abarcaba el espacio era su respiración acelerada. Esa sensación todavía la tengo.
En algún momento levantó la mano con temblorina e hizo un ademán para que me acercara. No me quedó de otra que agacharme. Me puse en cuclillas y le pregunté si se le ofrecía algo. Jamás olvidaré lo único que dijo: —Hay dos formas de morir, y una de ellas se parece a ti.

Hay otros mundos, una narración de Juan Carlos Hidalgo para el tema homónimo de Sangre Asteka (1991).

La inmensidad me abraza en un profundo sueño, al despertar siento que hubiera pasado mucho tiempo, sólo fue un breve pestañeo mientras caminaba por la calle, sigo mi camino, ahora dispuesta a no mirar atrás, no hay necesidad, tú estás adelante en el camino, escucho el sonido de un ave, que pareciera haber escrito las notas que unos segundos antes había escuchado por primera vez… seré fuerte, te encontraré…

Sueño de Azucena Baeza. “Ayer Me Dijo Un Ave” (1994). Caifanes.

“Aguantas la respiración y dejas de parpadear un minuto antes de la medianoche, o sea, a las once cincuenta y nueve. Luego, con la primera campanada, respiras hondo y parpadeas a lo bestia hasta que sientas que te gana el sueño”.
“Cuando caes en el sueño, todo cambia. Sin embargo, nadie parece notarlo excepto el que se durmió. Pero si matas a alguien estando tú bajo los influjos del sueño tras aguantar la respiración, esa persona no regresa de la muerte. Sin sangre, sin huellas. Sólo parecerá que se quedó dormido mientras tú regresas a la realidad con sólo contener la respiración otra vez”.

Arturo J. Flores escribe El niño lobo de secundaria técnica. La canción “El Hombre Lobo Adolescente” (2007), de los Rebel Cats.

A las 7 y 20 de la mañana del jueves 19 de septiembre de 1985, la tierra se estremeció bajo la Ciudad de México, derribando edificios y acabando con la vida y las ilusiones de 5000 personas. Entre ellas, el músico Rodrigo González y su novia Françoise Bardinet. Rockdrigo, como se le conocía, murió con 35 años en su casa de Colonia Juárez. Detrás quedaban canciones como “Vieja Ciudad de Hierro”, que sirve de inspiración para el cuento Distante Instante, de José Antonio Sánchez Cetina.

Ya vas. Apunto tus datos en la servilleta por si sé de algo, pero no creas que me vienen visiones antes de soñar lo que sueño. Si es que llegara a suceder, pues ya. No te aviso. Te sueño y te pongo unos cates con la guitarra. Nada personal, y sin agua va. Alcánzame esa pluma. ¿Cómo te llamas? ¿Así nomás, Babel, sin apellido? Bueno, pues a ti te parece tonto pero algunas ciudades sí se apellidan.

Siempre entre tus labios, de Eugenia Robleda, escena de un concierto de La Cuca y de una de sus canciones más recordadas, “El Son Del Dolor”(1992).

Ahora, 22 años después, la Bruja y el Diablo volvían a escuchar “El Son Del Dolor”; pero estaban separados por las butacas y los fans que aplaudían al ritmo de la canción. Las luces giraban sobre sus cabezas, los envolvían con atmósferas caprichosas, que estimulaban los recuerdos. Ese primer concierto regresaba una y otra vez a su mente. Él la había abrazado con el pretexto de que la estaba cuidando. Ella se sentía tan contenta que se atrevió a susurrarle al oído “quiero que me mates con un beso”. El Diablo lo hizo en ese instante sin pensarlo.

Hemos llegado al final de nuestro tiempo por hoy. Os hemos traído una pequeña muestra –no son todos los que estás, ni están todos los que son– de este descubrimiento musico-literario llamado Encore. No queremos despedirnos sin darle las gracias a Pedro Escobar Gómez, editor de Resonancia Magazine y responsable de esta fantástica selección de cuentos inspirados en el Rock Mexicano. Confiamos que os hayan gustado estas palabras y músicas tanto como a nosotros. Si estáis interesados en adquirir Encore en formato papel, en España podéis adquirirlo en la librería barcelonesa Impossible o en web www.laimpossible.cat. También podéis descargarlo en la página de Resonancia Magazine.

Ahora que ha acabado el espectáculo y ha caído el telón, ELVIS HA ABANDONADO EL EDIFICIO, pero siempre estará entre nosotros.

Que la música os acompañe.

(Este episodio se emitió por primera vez la noche del 24 de julio de 2015 en el programa Elvis ha abandonado el edificio de Canal Extremadura Radio. Las ilustraciones que aparecen en publicación están incluidas en Encore y son obra de Miguel Ángel Platón. La fotografía que aparece en la marquesina ha sido extraída de http://revistafeel.com.mx/feel-listen/una-pequena-historia-del-rock-en-mexico/ )

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